El relato sobre el mobiliario del tabernáculo, tal como se presenta en Éxodo 37, es un testimonio profundo de la obediencia y la devoción del pueblo de Israel hacia las instrucciones divinas. Cada elemento, desde el arca hasta el candelabro, fue diseñado y construido con un propósito específico, reflejando la presencia de Dios en medio de su pueblo.
- El Arca de la Alianza: Este objeto sagrado, recubierto de oro puro, simboliza la covenant entre Dios y su pueblo. Los querubines que la custodian, con sus alas extendidas, representan la protección divina y el acceso a la presencia de Dios. El hecho de que Bezalel, un hombre lleno del Espíritu de Dios, sea el encargado de su construcción, resalta la importancia de la sabiduría divina en la creación de lo sagrado.
- La Mesa de los Panes de la Proposición: Este mueble no solo proveía alimento físico, sino que también simbolizaba la provisión de Dios para su pueblo. La moldura de oro y los utensilios de oro puro enfatizan la grandeza y la pureza de la relación que Dios desea tener con su pueblo.
- El Candelabro: Este objeto, con sus siete lámparas, representa la luz divina que guía a Israel en su camino. La imagen del almendro, que florece rápidamente, simboliza la esperanza y la renovación que Dios ofrece a su pueblo, recordándoles que su luz siempre está presente, incluso en los momentos de oscuridad.
- El Altar del Incienso: Este altar, recubierto de oro puro, es un símbolo de la oración y la adoración del pueblo hacia Dios. El incienso que se quema representa las oraciones que ascienden a Dios, un recordatorio de que nuestras súplicas son escuchadas y valoradas por el Creador.
La meticulosidad con la que se describen estos elementos no es meramente un ejercicio de detalle arquitectónico, sino que subraya la importancia de la adoración y la comunión con Dios. Cada pieza del mobiliario del tabernáculo fue hecha “ajustándose a lo que el Señor había ordenado a Moisés”, lo que nos enseña que la obediencia a las instrucciones divinas es fundamental en nuestra vida de fe.
En un contexto histórico donde el pueblo de Israel enfrentaba desafíos y tentaciones, este relato sirve como un recordatorio de que la presencia de Dios está siempre con ellos, guiándolos y protegiéndolos. Así, el mobiliario del tabernáculo no solo era funcional, sino que también era un símbolo de la identidad y la misión del pueblo de Dios en la tierra.