En Éxodo 35:1-3, encontramos un mandato claro y contundente sobre la santificación del , el día de reposo. Moisés, como líder del pueblo, recuerda a los israelitas que, a pesar de la importancia de las obras que se avecinan para la construcción del , no deben quebrantar la ley del descanso. Este precepto no es solo una cuestión de orden social, sino una a reconocer la necesidad de detenerse y contemplar la grandeza de Dios.
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La prohibición de trabajar en el séptimo día subraya la importancia de la relación con Dios sobre la actividad humana. El descanso no es un lujo, sino un derecho que nos recuerda que nuestra identidad no se basa en lo que hacemos, sino en quiénes somos como hijos e hijas de Dios.
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La pena de muerte para quienes infrinjan este mandato resalta la seriedad con la que Dios considera el reposo sabático. Este no es solo un tiempo de inactividad, sino un espacio sagrado donde el pueblo puede renovarse y reconectarse con su Creador.
En los versículos 4-29, Moisés llama al pueblo a traer ofrendas para la construcción del . Este acto de dar es fundamental para la vida comunitaria y espiritual de Israel. Cada uno, movido por el , contribuye con lo que tiene: oro, plata, telas, y habilidades. Este gesto de generosidad no solo es un acto de obediencia, sino una manifestación de la del pueblo en torno a un propósito común.
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La diversidad de ofrendas, desde materiales preciosos hasta habilidades manuales, refleja la riqueza de la comunidad. Cada persona, independientemente de su posición o capacidad, tiene un papel que desempeñar en la obra de Dios.
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Este llamado a la ofrenda también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición a contribuir al reino de Dios con nuestros dones y recursos. ¿Estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros para la obra de Dios?
Finalmente, en los versículos 30-35, se presenta a y , los artesanos elegidos por Dios para llevar a cabo esta obra. Este reconocimiento de sus habilidades y la unción del sobre ellos nos recuerda que Dios no solo llama a su pueblo a dar, sino que también capacita a aquellos que Él elige para servir.
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La elección de Bezalel, de la tribu de Judá, y Aholiab, de la tribu de Dan, simboliza la inclusión de todo Israel en esta tarea sagrada. La obra de Dios es un esfuerzo colectivo que une a su pueblo, sin importar su origen o trasfondo.
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La habilidad artística y la creatividad son dones que provienen de Dios, y su uso en la construcción del tabernáculo es un acto de adoración. Nos enseña que cada tarea, por pequeña que sea, puede ser un acto de glorificación a Dios si se realiza con un corazón dispuesto.
En conclusión, estos pasajes nos invitan a valorar el como un regalo divino y a comprometernos a contribuir generosamente a la obra de Dios en nuestra comunidad. Que cada uno de nosotros, movido por el , busque maneras de servir y edificar el que somos como cuerpo de Cristo.