El Salmo 118 es un canto de acción de gracias que resuena en el corazón de todo creyente. Este salmo, que se sitúa en un contexto de celebración y liberación, invita al pueblo de Israel a reconocer la bondad de Dios y su amor eterno. En el primer versículo, se establece un principio fundamental: "Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre." Este llamado a la gratitud es un recordatorio constante de que, a pesar de las circunstancias, la fidelidad de Dios nunca flaquea.
A lo largo del salmo, se repite la afirmación de que "su gran amor perdura para siempre", lo que resalta la permanencia del amor divino en medio de las pruebas. Este amor no es efímero; es un amor que sostiene, que libera y que transforma. En el versículo 5, el salmista expresa su experiencia personal: "Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad." Aquí, se nos recuerda que, en momentos de angustia, Dios es nuestro refugio y nuestra ayuda.
La confianza en el Señor se manifiesta en el versículo 6: "El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal?" Esta declaración de valentía es un testimonio de la presencia constante de Dios en la vida del creyente. La certeza de que el Señor está a nuestro lado nos permite enfrentar cualquier adversidad con esperanza y coraje.
El salmo también nos enseña sobre la superioridad de Dios sobre los hombres y los poderosos. En los versículos 8 y 9, se enfatiza que "es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre". Esta enseñanza es crucial en un mundo donde a menudo se busca la seguridad en lo humano, recordándonos que nuestra verdadera fortaleza proviene de Dios.
La imagen de la piedra angular en el versículo 22, que ha sido desechada por los constructores, es una poderosa metáfora de la obra redentora de Cristo. Este versículo anticipa la venida de Jesús, quien, a pesar de ser rechazado, se convierte en la base de nuestra fe y salvación. La proclamación de que "esto ha sido obra del Señor, y nos deja maravillados" (v. 23) nos invita a reconocer que en cada acto de salvación y redención, Dios está obrando maravillas en nuestras vidas.
Finalmente, el salmo culmina con un llamado a la celebración y la alabanza. "Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él" (v. 24). Este versículo nos recuerda que cada día es una oportunidad para reconocer las obras de Dios y para vivir en gratitud por su salvación. La invitación a dar gracias y a exaltar a Dios es un recordatorio de que nuestra vida debe ser un continuo acto de adoración y reconocimiento de su bondad.
En resumen, el Salmo 118 es un poderoso testimonio de la fidelidad de Dios y de la esperanza que encontramos en Él. Nos invita a vivir en gratitud, a confiar en su amor eterno y a celebrar su salvación en nuestras vidas. Que cada uno de nosotros pueda proclamar con alegría: "¡Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre!"